






Durante el viaje a Uganda, viví momentos que jamás olvidaré. Recuerdo con emoción el instante en que por primera vez te encuentras frente a frente con los gorilas en Bwindi: una experiencia tan cercana y fascinante, que parecía no ser real.
Los safaris fueron pura adrenalina y emoción. Recorrer paisajes infinitos e ir en busca de los animales más salvajes del mundo... Elefantes, leones, hipopótamos... toda la increíble diversidad de la fauna africana. Cada encuentro con la naturaleza me llenó de asombro.
Pero, sin duda alguna, lo que realmente me robó el corazón fueron las personas. La calidez de la gente de Uganda se reflejaba en cada sonrisa y en cada gesto de hospitalidad. En los pueblos, compartir una conversación, reír juntos y conocer sus historias me hizo sentir parte de su mundo. Era imposible no contagiarse de la alegría y la sencillez que se vivía en cada rincón.
Uganda no es sólo un destino de impresionantes paisajes y aventuras salvajes; es un lugar donde la conexión humana se vive a flor de piel y donde cada sonrisa te invita a volver.
Espero poder reencontrarlo algún día.



